Fue un rostro impenetrable, cargado a partes iguales de belleza y personalidad. “Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele”, la definió Jean Cocteau cuando la conoció en un rodaje en 1950. Alguien tan segura de sí misma como María Félix, nunca se sorprendió cuando le llegó el éxito, porque presumía de haber podido elegir el momento. Siempre supo decir “no” a Hollywood y jamás quedó satisfecha de los papeles que interpretó en casi medio centenar de películas. Tal era su desdén, que siempre argumentó para rechazar la llamada del cine americano que “siempre me ofrecían papeles de campesina india y yo no nací para llevar canastas”.
“Si me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande”
Casi recién llegada a Ciudad de México, el director de cine Fernando Palacios le preguntó a María en plena calle que si le gustaría hacer cine. Ella respondió de forma directa: “Si me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande”. Y, efectivamente, la puerta grande no tardó en abrirse, y en 1942 rodó El peñón de las ánimas al lado de Jorge Negrete, si bien el éxito le llegaría con Doña Bárbara, un personaje que, a partir de entonces, interpretaría delante y fuera de las cámaras: dura, altanera, dominante, desafiante y lo que se definía como hembra-macha por sus movimientos y forma de hablar. Basada en la novela de Rómulo Gallegos, en la que encarnaba a una mujer soberbia y temperamental. Fue su tercera película y, gracias a ella, María Félix se ganó el mote de ‘La Doña’ y su fama se disparó.
En total, participó en 47 largometrajes entre México, España, Italia y Francia, pero nunca sucumbió a la llamada de Hollywood. Se alejó de los rodajes cinematográficos en 1970 y a partir de ese momento se dedicó a vivir de su leyenda acudiendo a estrenos, certámenes internacionales de cine y yendo a la televisión para hablar de sus recuerdos, mientras dedicaba unos meses del año a pasarlos en su casa de París, donde también tenía un establo de caballos de carreras.
En 1992, su hijo Enrique publicó un libro con las fotografías de María Félix y prologado por Octavio Paz. Ella misma escribió una autobiografía, Todas mis guerras, en 1993. Además de su carrera profesional, María siempre fue noticia. Su tercer marido, Jorge Negrete, murió de hepatitis 14 meses después de su matrimonio en 1952 y, a su regreso a México con sus restos, fue criticada por llevar pantalones.
La mañana del 8 de abril de 2002, el cantante Juan Gabriel, que al igual que Agustín Lara le había compuesto un himno, María de las María, la llamó por teléfono para felicitarla por su 88 cumpleaños. “La Doña todavía no se ha despertado”, le dijo el mayordomo, pero en realidad La Doña ya estaba muerta, el mismo día de su nacimiento, como si lo hubiese planeado para acrecentar su leyenda.
El carácter indomable de María Félix, su altivez y su mirada retadora la encumbraron como una gran diva del cine mexicano. Quienes la conocieron defendieron siempre, sin embargo, su amabilidad y dulzura, y culparon su fama a los papeles que en realidad interpretaba en el cine. Lo que nadie puede negar es que la actriz desafió de manera continua las normas establecidas y evitó siempre ser encasillada en un cine que bordeaba de forma continua los estereotipos de la época.
Fue una mujer avanzada a su tiempo y que tuvo un comentario acertado cuando se le preguntaba de política. Es recordada también por su oposición al machismo, sus opiniones sobre el mundo del espectáculo, la moda, … porque en el fondo, María Félix continúa siendo noticia en todo el mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario