miércoles, 26 de agosto de 2020
María Félix, la cara más bella de la Época de Oro del cine mexicano.
lunes, 17 de agosto de 2020
MAMÁ FONTANERA
Los papás de Rafael son jóvenes. Cuando fueron al instituto eligieron hacer un ciclo formativo de fontanería.
Así, al terminar, seguro que tendrían trabajo y ganarían dinero para ayudar a sus padres.
Estudiaban mucho y no faltaban nunca a clase. Sus profesores les ayudaban siempre y les explicaban todo lo que ellos no entendían.
Terminaron el curso con sobresaliente y pronto encontraron trabajo.
Rafael y sus dos hermanos están muy orgullosos de tener unos padres tan trabajadores y se sienten queridos por sus padres… ¡un montón!
miércoles, 12 de agosto de 2020
Memecracia
La esencia de los 'memes' y vídeos virales está con nosotros
desde hace siglos y, aunque pueda parecer exagerado, en cierto sentido gobierna
nuestras vidas. Al menos así lo cree la periodista Delia Rodríguez, que acaba
de publicar 'Memecracia', un libro que analiza y explica cómo afrontar el fenómeno.
Nos divierten o nos emocionan. Eso nos gusta. Lo que quizá
no sepamos es que algunas de estas ideas gobiernan nuestras vidas.
Estas y otras imágenes virales que llevan siglos penetrando
en nuestras mentes son las protagonistas del libro ‘Memecracia’, escrito por la
periodista Delia Rodríguez.
En él, la actual
redactora jefe de El Huffington Post, apasionada por la cultura popular de
internet, desentraña el misterio de los 'memes', ideas que saltan de persona en
persona desde hace siglos. Así, son 'memes' el ‘Ola k ase’ o las versiones del
'Pepe The Frog', pero también los beneficios de su uso en la política o
creencias como “hay que hacer deporte para estar sano”, que han pasado de
generación en generación.
Rodríguez cuenta en ‘Memecracia’ cómo estas ideas/memes
llegan a nuestras mentes, se implantan o son sustituidas por otras.
Alcanzan nuestras necesidades básicas (de ahí que triunfen
los relacionados con la comida, explica en el libro) y otras más complejas,
como la pertenencia a un grupo (abrirse una cuenta en Instagram o Facebook para
conocer las novedades de nuestros amigos) o de autorrealización (crear un canal
de youtube para compartir trucos de Fortnite).
Llevamos en nuestro ADN el deseo de compartir. En internet
lo hacemos para sentirnos vivos, huir de nuestra monotonía e integrarnos con
nuestros conocidos. En ese proceso actúa lo emocional, pero también lo
científico.
Explica Rodríguez que recibir un “me gusta” en, por ejemplo,
el chiste que compartimos en las redes sociales, incrementa los niveles de
oxitocina, la hormona que nos hace más sociables y empáticos.
Hasta algunos políticos y medios de comunicación conocen el
poder de estas ideas y las utilizan a su antojo: para emocionar, para
manipular... Vivimos ahora en lo que Rodríguez llama “memecracia”, un sistema
capitaneado por ideas difundidas a gran velocidad gracias al desarrollo de
internet y las redes sociales. A ellas se suman unos medios de comunicación muy
preocupados por transmitir esas “emociones”, de ahí que muchas veces se
coloquen entre los temas más vistos de la prensa digital fenómenos nacidos en
Twitter o YouTube.
lunes, 10 de agosto de 2020
Los dos Asnos
Un comerciante tenía dos asnos con los que transportaba mercancías. Uno de los
burros era humilde y discreto, y el otro era muy vanidoso.
-El amo me aprecia a mí más que a ti –solía decir el burro vanidoso.
-No me negarás que el amo me cuida más que a ti. Tú casi no puedes moverte del peso que llevas y yo, ya ves...
Y es que, como todo el mundo sabe, la sal es mucho más pesada que las esponjas.
Nada más comenzar a andar, el burro vanidoso empezó a burlarse de su compañero:
-¿No puedes correr más? ¡Pareces un burro viejo!
Al cabo de un rato, llegaron a un río. Sólo unos desgastados tablones unían las dos orillas.
El comerciante se quedó pensativo durante unos segundos, pero al fin decidió cruzar por allí.
Cuando los dos animales y el hombre pisaron los tablones, la madera crujió con el peso. El burro humilde avanzó mirando al frente para no perder el equilibrio.
Su compañero hizo lo mismo, pero se despistó un momento y... ¡cataplof! Con la caída, los tablones se movieron y también el comerciante y el otro asno acabaron en el río.
Una vez en el agua, la sal que llevaba el burro humilde comenzó a deshacerse y el animal pudo salir fácilmente: ahora sus alforjas no pesaban nada. Sin embargo, las alforjas del burro vanidoso pesaban cada vez más.
¡Las esponjas se habían llenado de agua!
-¡Socorro! ¡Socorro!- rebuznaba angustiado, a punto de ahogarse.
Entonces el comerciante nadó hacia él y le soltó las alforjas. Por fin, el burro pudo salir.
Después, los tres no tuvieron más remedio que regresar a casa.
Por el camino de vuelta, el burro vanidoso comprendió que no debía ser tan presumido. Y,
por supuesto, decidió no volver a burlarse de su compañero.
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