miércoles, 26 de agosto de 2020

María Félix, la cara más bella de la Época de Oro del cine mexicano.


Fue un rostro impenetrable, cargado a partes iguales de belleza y personalidad. “Tanta y tan intensa es su hermosura, que duele”, la definió Jean Cocteau cuando la conoció en un rodaje en 1950. Alguien tan segura de sí misma como María Félix, nunca se sorprendió cuando le llegó el éxito, porque presumía de haber podido elegir el momento. Siempre supo decir “no” a Hollywood y jamás quedó satisfecha de los papeles que interpretó en casi medio centenar de películas. Tal era su desdén, que siempre argumentó para rechazar la llamada del cine americano que “siempre me ofrecían papeles de campesina india y yo no nací para llevar canastas”. 



“Si me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande” 

Casi recién llegada a Ciudad de México, el director de cine Fernando Palacios le preguntó a María en plena calle que si le gustaría hacer cine. Ella respondió de forma directa: “Si me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande”. Y, efectivamente, la puerta grande no tardó en abrirse, y en 1942 rodó El peñón de las ánimas al lado de Jorge Negrete, si bien el éxito le llegaría con Doña Bárbara, un personaje que, a partir de entonces, interpretaría delante y fuera de las cámaras: dura, altanera, dominante, desafiante y lo que se definía como hembra-macha por sus movimientos y forma de hablar. Basada en la novela de Rómulo Gallegos, en la que encarnaba a una mujer soberbia y temperamental. Fue su tercera película y, gracias a ella, María Félix se ganó el mote de ‘La Doña’ y su fama se disparó. 

En total, participó en 47 largometrajes entre México, España, Italia y Francia, pero nunca sucumbió a la llamada de Hollywood. Se alejó de los rodajes cinematográficos en 1970 y a partir de ese momento se dedicó a vivir de su leyenda acudiendo a estrenos, certámenes internacionales de cine y yendo a la televisión para hablar de sus recuerdos, mientras dedicaba unos meses del año a pasarlos en su casa de París, donde también tenía un establo de caballos de carreras. 

En 1992, su hijo Enrique publicó un libro con las fotografías de María Félix y prologado por Octavio Paz. Ella misma escribió una autobiografía, Todas mis guerras, en 1993. Además de su carrera profesional, María siempre fue noticia. Su tercer marido, Jorge Negrete, murió de hepatitis 14 meses después de su matrimonio en 1952 y, a su regreso a México con sus restos, fue criticada por llevar pantalones. 

La mañana del 8 de abril de 2002, el cantante Juan Gabriel, que al igual que Agustín Lara le había compuesto un himno, María de las María, la llamó por teléfono para felicitarla por su 88 cumpleaños. “La Doña todavía no se ha despertado”, le dijo el mayordomo, pero en realidad La Doña ya estaba muerta, el mismo día de su nacimiento, como si lo hubiese planeado para acrecentar su leyenda. 

El carácter indomable de María Félix, su altivez y su mirada retadora la encumbraron como una gran diva del cine mexicano. Quienes la conocieron defendieron siempre, sin embargo, su amabilidad y dulzura, y culparon su fama a los papeles que en realidad interpretaba en el cine. Lo que nadie puede negar es que la actriz desafió de manera continua las normas establecidas y evitó siempre ser encasillada en un cine que bordeaba de forma continua los estereotipos de la época. 

Fue una mujer avanzada a su tiempo y que tuvo un comentario acertado cuando se le preguntaba de política. Es recordada también por su oposición al machismo, sus opiniones sobre el mundo del espectáculo, la moda, … porque en el fondo, María Félix continúa siendo noticia en todo el mundo. 

lunes, 17 de agosto de 2020

MAMÁ FONTANERA


Los papás de Rafael son jóvenes. Cuando fueron al instituto eligieron hacer un ciclo formativo de fontanería.

Así, al terminar, seguro que tendrían trabajo y ganarían dinero para ayudar a sus padres.

Estudiaban mucho y no faltaban nunca a clase. Sus profesores les ayudaban siempre y les explicaban todo lo que ellos no entendían.

Terminaron el curso con sobresaliente y pronto encontraron trabajo.

Cuando decidieron casarse, habían ahorrado bastante y así pudieron alquilar una casa, que es donde vive toda la familia.

Cuando la mamá llega al trabajo, a veces a sus compañeros les parece raro que una mujer sea fontanera. Pero cuando la ven arreglar las tuberías, los grifos, instalar un cuarto de baño o una cocina, la felicitan por lo bien que hace su trabajo. ¡Ah! el papá trabaja igual de bien que la mamá.

Rafael y sus dos hermanos están muy orgullosos de tener unos padres tan trabajadores y se sienten queridos por sus padres… ¡un montón!


miércoles, 12 de agosto de 2020

Memecracia


La esencia de los 'memes' y vídeos virales está con nosotros desde hace siglos y, aunque pueda parecer exagerado, en cierto sentido gobierna nuestras vidas. Al menos así lo cree la periodista Delia Rodríguez, que acaba de publicar 'Memecracia', un libro que analiza y explica cómo afrontar el fenómeno.

Nos divierten o nos emocionan. Eso nos gusta. Lo que quizá no sepamos es que algunas de estas ideas gobiernan nuestras vidas.

 

Estas y otras imágenes virales que llevan siglos penetrando en nuestras mentes son las protagonistas del libro ‘Memecracia’, escrito por la periodista Delia Rodríguez.

 En él, la actual redactora jefe de El Huffington Post, apasionada por la cultura popular de internet, desentraña el misterio de los 'memes', ideas que saltan de persona en persona desde hace siglos. Así, son 'memes' el ‘Ola k ase’ o las versiones del 'Pepe The Frog', pero también los beneficios de su uso en la política o creencias como “hay que hacer deporte para estar sano”, que han pasado de generación en generación.

 

Rodríguez cuenta en ‘Memecracia’ cómo estas ideas/memes llegan a nuestras mentes, se implantan o son sustituidas por otras.

Alcanzan nuestras necesidades básicas (de ahí que triunfen los relacionados con la comida, explica en el libro) y otras más complejas, como la pertenencia a un grupo (abrirse una cuenta en Instagram o Facebook para conocer las novedades de nuestros amigos) o de autorrealización (crear un canal de youtube para compartir trucos de Fortnite).

 

Llevamos en nuestro ADN el deseo de compartir. En internet lo hacemos para sentirnos vivos, huir de nuestra monotonía e integrarnos con nuestros conocidos. En ese proceso actúa lo emocional, pero también lo científico.

Explica Rodríguez que recibir un “me gusta” en, por ejemplo, el chiste que compartimos en las redes sociales, incrementa los niveles de oxitocina, la hormona que nos hace más sociables y empáticos.

Hasta algunos políticos y medios de comunicación conocen el poder de estas ideas y las utilizan a su antojo: para emocionar, para manipular... Vivimos ahora en lo que Rodríguez llama “memecracia”, un sistema capitaneado por ideas difundidas a gran velocidad gracias al desarrollo de internet y las redes sociales. A ellas se suman unos medios de comunicación muy preocupados por transmitir esas “emociones”, de ahí que muchas veces se coloquen entre los temas más vistos de la prensa digital fenómenos nacidos en Twitter o YouTube.

lunes, 10 de agosto de 2020

Los dos Asnos


Un comerciante tenía dos asnos con los que transportaba mercancías. Uno de los
burros era humilde y discreto, y el otro era muy vanidoso.

-El amo me aprecia a mí más que a ti –solía decir el burro vanidoso. 
En toda la comarca no hay burro como yo.

Una mañana el amo despertó a los asnos y les colocó las alforjas. Al más humilde le tocó llevar un cargamento de sal, y al vanidoso, una partida de esponjas. El burro vanidoso se dio cuenta de que él salía ganando en el reparto y dijo:

-No me negarás que el amo me cuida más que a ti. Tú casi no puedes moverte del peso que llevas y yo, ya ves...

Y es que, como todo el mundo sabe, la sal es mucho más pesada que las esponjas.

Nada más comenzar a andar, el burro vanidoso empezó a burlarse de su compañero:

-¿No puedes correr más? ¡Pareces un burro viejo!

Al cabo de un rato, llegaron a un río. Sólo unos desgastados tablones unían las dos orillas.

El comerciante se quedó pensativo durante unos segundos, pero al fin decidió cruzar por allí.

Cuando los dos animales y el hombre pisaron los tablones, la madera crujió con el peso. El burro humilde avanzó mirando al frente para no perder el equilibrio.

Su compañero hizo lo mismo, pero se despistó un momento y... ¡cataplof! Con la caída, los tablones se movieron y también el comerciante y el otro asno acabaron en el río.

Una vez en el agua, la sal que llevaba el burro humilde comenzó a deshacerse y el animal pudo salir fácilmente: ahora sus alforjas no pesaban nada. Sin embargo, las alforjas del burro vanidoso pesaban cada vez más.

¡Las esponjas se habían llenado de agua!

-¡Socorro! ¡Socorro!- rebuznaba angustiado, a punto de ahogarse.

Entonces el comerciante nadó hacia él y le soltó las alforjas. Por fin, el burro pudo salir.
Después, los tres no tuvieron más remedio que regresar a casa.
Por el camino de vuelta, el burro vanidoso comprendió que no debía ser tan presumido. Y,
por supuesto, decidió no volver a burlarse de su compañero.

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